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Maldito whatsapp…Bendito whatsapp

by anaedinburghon 8 mayo 2013in Comunicación 2 comments

Llevaba unos días inquieta, más de los que me gustaría, y sin razón aparente. A esta inquietud se sumaba una inevitable ansiedad que me provoca el whatsapp. Cuando tenía blackberry lo achacaba a la lucecita roja que no paraba de parpadear. Opción “sólo teléfono” y asunto resuelto. Ahora que tengo iPhone es diferente.

Al principio pensé que sería mucho mejor, muerto el perro (ya no hay lucecita), se acabó la rabia…pero me equivocaba. No sé si por culpa de mi repentina inquietud o por qué motivo, lo cierto es que la ansiedad más que desaparecer yo diría que ha aumentado…

Ese impulso irrefrenable por mirar la ultima hora de conexión de la gente…¿Para qué?
En el fondo me importa un pepino cuándo se conecte tal o si cual está en línea…de hecho, eso me estresa más aún. Saber que alguien pueda leer lo que escribo de forma inmediata, salvo que sea algo urgente, me pone nerviosa. Ya dijo en su día una compañera en clase que “la inminencia cambia la perspectiva de las cosas”. Pues a mí, según con quién, la inminencia me da vértigo. Es un poco absurdo, sí… que me creo yo que si lo lee y estamos los dos en línea me va a ver la cara de idiota o algo…
Era tal el grado de saturación, combinado con el cansancio de una tarde de viernes y el apalancamiento de un cómodo sofá, que la tensión que me estaba provocando la desididia de hacer scroll sobre la pantalla táctil comprobando aleatoriamente (o no) la actividad whatsappera de cada uno de mis contactos comenzaba a  resultar tan contradictoria como desesperante…¡maldito whatsapp!
Y mientras maldecía la existencia de la dichosa aplicacion, al borde del ataque de ansiedad (sí, puede que este exagerando un poco, pero es que creo que nunca he tenido un ataque de ansiedad, al menos siendo consciente de ello), recordando épocas en que los mensajes sólo conocían el camino de ida…llegó uno de vuelta de una conversación iniciada horas antes.
Durante las siguientes tres horas estuve hablando con un viejo amigo, con quien es evidente que había una larga conversación pendiente.
Conversación en la que nos recreamos recordando momentos vividos bastantes años atrás y que los dos disfrutamos, recuperando una complicidad que yo hacía tiempo había dado por perdida; por echada a perder, siendo objetivos.
Al terminar el día me invadía una satisfacción difícil de describir. La incómoda inquietud que me columpiaba entre el nerviosismo y la ansiedad se había disipado dando paso a una agradable serenidad. Dudo mucho que la conversación pendiente fuera el motivo de la situación inicial, pero sí que, tal vez por inesperada, vino a ser la solución.
El intercambio fluido de mensajes escritos, inmediatos, protegidos al mismo tiempo por la careta de un falso anonimato, hizo que la conversación fuera sincera, dinámica y sin tapujos. Y escondidos tras “bocadillos” de cómic, adornados con “caritas” divertidas que intentaban reflejar un lenguaje no verbal con el que difícilmente nos habríamos atrevido cara a cara, fuimos capaces de llenar un vacío de años de la forma más espontánea. Como si no hubiera pasado el tiempo, ni nada, y así de accesible… ¡bendito whatsapp!

Me fui a dormir tranquila, con una sonrisa en los labios y una sensación de bienestar con la que todo volvía a estar bajo control. Con la duda de cuánto duraría comencé a escribir este post, y mientras lo he ido terminando he vuelto a columpiarme entre la inquietud y la serenidad más de lo que habría podido imaginar. Y es que la bendición de poder estar conversando con 156 personas (son los chats que tengo abiertos justo ahora) o incluso más, quién sabe, no es ni mucho menos incompatible, sino más bien causa inevitable de una saturación en la comunicación y los flujos de información a nuestro alcance que resultan una verdadera maldición para nuestro entendimiento, desbordando los límites de nuestra curiosidad natural hasta los de la ansiedad.

En cualquier caso, para bien o para mal, nada que envidiar a una charla entre botellines aprovechando el fresco de una terraza para atajar conversaciones pendientes. Lástima que si lo multiplicamos por 156 estaría más cerca de un botellón que de una conversación entre amigos…y eso sí que estresa. Después de todo, esto del whatsapp no va a estar tan mal 🙂
Ah, a quien pudiera sentirse aludido por estar en contacto conmigo en whatsapp, que piense que es uno de 156 en estos momentos…y de botellines, mejor ni hablamos…  😉

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Tags: whatsapp
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2 Comments Published

Rocio Lopez
escrito el 9 mayo 2013 - Responder

Que duda cabe que prefiero un botellin, o varios, al “guasapear”. Pero ante las dificultades que existen para frecuentemente hacer lo primero… Me quedo con el “bendito guasap”, en vez del “maldito guasap”. Eso si, con moderacion, como los botellines. 🙂

Gracias, me ha encantado. Un abrazo, Rocio

5 motivos por los que Whatsapp NO es una (buena) herramienta de trabajo - Mucho Lirili y Poco Lerele
escrito el 31 octubre 2018 - Responder

[…] definitiva, Whatsapp me parece una excelente herramienta de comunicación, y así lo he manifestado en algún que otro post y puede ser práctico acudir a él para gestionar la comunicación de temas de trabajo urgentes […]

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